Profundas y oscuras fauces, siempre amenazadoras, rugen con
furia bajo un cielo carmesí. La tierra tiembla, el aire se estremece...estallido.
Rojizo y brillante refulge sobre la cumbre; crece, se agita, salta,
vuela ligero y cae. Se hace el silencio. Por la ladera serpentea, despacio, sigiloso, impasible; y dibuja a su paso
senderos luminosos, ríos de fuego que se asoman entre el humo y las cenizas y que iluminan un paisaje baldío que jamás olvidaré.
S.D.S