Me gustan los velociráptors. Son de
color verde, con ojos amarillos y en ellos una raya negra vertical. Así son los
ojos de un reptil. Los dinosaurios son así. También me gustan los halcones,
porque vuelan muy alto, son fuertes, rápidos y lo ven todo, son los mejores. Yo
empecé a ver peor en cuarto de primaria. En tercero y en cuarto me impuse a mí
mismo hacer los deberes y estudiar mucho. Y con ello dejé de jugar, dibujar, o inventar
historias que me hacían feliz. Me gustaba mi osito de peluche azul. Me gustaban
las patatas fritas a las que ponía mucho kétchup y el frigo pié y que mis tíos
me llevaran al Burger. Me gustaba que
mi abuela nos llevara a mi hermano y a mí en una manta, como si fuese una nave
espacial, por toda la casa nueva, recién comprada y sin amueblar. Jugar a la pelota
en el pasillo o tirarme rodando por el césped del parque de mi antiguo barrio. Hoy me siguen gustando las patatas fritas pero me he dado cuenta
de que casi todo lo que he dicho lo había olvidado y que esa satisfacción que
me producía algo tan sencillo como rodar por el césped se ha tornado en aburrimiento,
monotonía, “deberías” infinitos que no me dejan divertirme como solía hacer.
Guardé todos mis juguetes en una caja y no volví a jugar con ellos porque ya
era mayor y me tenía que comportar como tal. Me encantaba ver que mis padres
estaban orgullosos de mí. Antes me gustaba hacer bolitas de arena en el patio
del cole infantil al que iba. Tenía una amiga de la que aún me acuerdo, Marina,
me gustaría saber algo de ella. He borrado muchos recuerdos de mi infancia
allí. Me acuerdo de que me disfracé de batman una vez por carnaval. Me
encantaba batman. Batman era mi superhéroe favorito. Batman era el mejor. Supongo
que siempre ha sido mi superhéroe número uno. Os parecerá una gilipollez, pero
muchas veces me sentía avergonzado por no tener un superhéroe favorito y fíjate
tú, en realidad siempre lo he tenido, simplemente no me acordaba. Los
dinosaurios también son los mejores, aunque no puedan volar como los halcones.
Películas que me marcaron en la infancia: “El Rey León”, “Parque jurásico”, “La
historia interminable”, “Solo en casa”, “El libro de la selva”, “Toy Story”, “Bichos”,
“Tarzán”, “Mulán”. Me acuerdo de las tardes en casa viendo películas con mi
hermano en la televisión, y de los anuncios que salían entre medias de repente,
porque muchas eran pelis grabadas de la tele. Me acuerdo también de las rayas
grises que aparecían en la pantalla de vez en cuando. El desayuno en el colegio era horrible, lo odiaba, no me gustaba
la leche. Me gustaba jugar enrollando la alfombra de casa de mi abuela,
simulando olas del mar a las que se enfrentaban mis muñecos con valentía, y con
las piezas de lego antiguas con las que jugaron mi padre y mis tíos antes que
yo. El scalextric… Quedarme a dormir en casa de mi abuela era fantástico, como los
paseos que daba con ella por el centro de Madrid y el Retiro los domingos.
Joder, ¿a dónde se ha ido todo eso? Eso no es falso, no es fingido,
era emocionante, todos los días. Quizá al recordar sólo lo bueno se distorsione
lo que en verdad pasó. No importa. Tan solo quiero sonreír como sonríe ese niño
en las fotos. Quiero poder disfrutar de cosas tan sencillas como hacer un
dibujo con rotus de colores y sentirme bien. Pérdidas de tiempo, gilipolleces muy
poco sofisticadas e inútiles para alguien mayor pero que a un niño llenan de
alegría.
¿Acaso hacerse mayor significa
renunciar a tu esencia? Yo creo que no.
Quizas sea que segun te vas haciendo mayor te queda menos tiempo para hacer esas cosas que tanto te hacían feliz, pero verás como todo llega y tendrás otras vivencias y momentos que también te llenarán de felicidad, estoy segura...sal y divierte guapetón!
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