-Me gustaría ser inmortal. ¿A ti no? Piensa en la cantidad
de tiempo que tendríamos para vivir y olvidar y volver a vivir y así hasta el
infinito.
-Bueno…Yo creo que vivir sin recordar no valdría la pena.
¿Para qué una vida tan larga si no adquieres la experiencia para aprender de
tus “errores” y enmendarlos? La idea de la inmortalidad es un bonito cuento, el
sueño de aquellos que pretenden descifrar y acotar la vida y por tanto sueño de
todos los humanos. Pero no es posible. ¿Qué sentido tiene la vida sin la
muerte?
- Ya empezamos con tus jueguecitos del lenguaje. Es limitado
y paradójico. ¿Podría Dios crear una roca que ni él mismo pudiera levantar?
¿Qué es la nada?, si es algo ya no es nada…
- ¿Y si Pinocho dice que le va a crecer la nariz? No, en
serio, yo creo que ansiaríamos la mortalidad si fuéramos inmortales. Piensa que
cada instante de una existencia fugaz puede ser el último y eso lo hace único e
infinitamente más valioso. Además, el
ser humano es tan caprichoso que siempre desea lo que no tiene.
- Estoy de acuerdo contigo Mario, pero según lo que dices tú
deseas ser inmortal.
- …Ahora que lo pienso, sí.
-Y ¿por qué discutimos?
- No es discutir sino divagar, María. Es natural en los
humanos la inquietud y la avidez por encontrar respuestas a las preguntas que
naturalmente se plantea. Y también es natural en ellos la necesidad de
comunicar sus pensamientos e ideas y transmitirlos a sus semejantes.
-Pero si nunca hallamos respuestas, al menos en lo que a la
vida y su sentido se refiere. Quizá deberíamos…
- Anda, déjalo ya María, que de tanto divagar se te va a
secar el cerebro y a enfriar el café. En la moderación está la virtud querida…
Me voy a trabajar.
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