4 de agosto de 2016

Divagación matutina improvisada



-Me gustaría ser inmortal. ¿A ti no? Piensa en la cantidad de tiempo que tendríamos para vivir y olvidar y volver a vivir y así hasta el infinito.

-Bueno…Yo creo que vivir sin recordar no valdría la pena. ¿Para qué una vida tan larga si no adquieres la experiencia para aprender de tus “errores” y enmendarlos? La idea de la inmortalidad es un bonito cuento, el sueño de aquellos que pretenden descifrar y acotar la vida y por tanto sueño de todos los humanos. Pero no es posible. ¿Qué sentido tiene la vida sin la muerte?

- Ya empezamos con tus jueguecitos del lenguaje. Es limitado y paradójico. ¿Podría Dios crear una roca que ni él mismo pudiera levantar? ¿Qué es la nada?, si es algo ya no es nada…

- ¿Y si Pinocho dice que le va a crecer la nariz? No, en serio, yo creo que ansiaríamos la mortalidad si fuéramos inmortales. Piensa que cada instante de una existencia fugaz puede ser el último y eso lo hace único e infinitamente más valioso.  Además, el ser humano es tan caprichoso que siempre desea lo que no tiene.

- Estoy de acuerdo contigo Mario, pero según lo que dices tú deseas ser inmortal.

- …Ahora que lo pienso, sí.

-Y ¿por qué discutimos?

- No es discutir sino divagar, María. Es natural en los humanos la inquietud y la avidez por encontrar respuestas a las preguntas que naturalmente se plantea. Y también es natural en ellos la necesidad de comunicar sus pensamientos e ideas y transmitirlos a sus semejantes.

-Pero si nunca hallamos respuestas, al menos en lo que a la vida y su sentido se refiere. Quizá deberíamos…

- Anda, déjalo ya María, que de tanto divagar se te va a secar el cerebro y a enfriar el café. En la moderación está la virtud querida… Me voy a trabajar.

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